El almidón de este alimento tradicional de preparaciones como el sancocho, que se obtiene tras moler el tubérculo, y una mezcla exacta de ácidos, enzimas y plastificante, crea una película que se degrada hasta un 80 % en apenas 30 días, dato que lo convierte en un candidato idóneo para la elaboración de empaques de alimentos y cosméticos.