Los inicios de febrero encuentran a la resistencia mapuche acusando los duros costos de concretar extensas huelgas de hambre, y a una solidaridad activa de sus comunidades, de chilenas y chilenos defensores apasionados de las razones de la lucha del pueblo indígena, y al apoyo de personas y agrupaciones internacionales.
Mientras tanto, la administración gubernamental encabezada por el presidente Gabriel Boric, se observa incapaz de establecer un diálogo eficiente con las comunidades originarias, apelando una y otra vez a la mano dura, el garrote y la militarización en suelo ancestral.